Qué fue de los maestros de Salamanca durante la guerra civil: Un libro que restaura memoria y magisterio

26/07/2022Antonio García Madrid

Este es el relato de un investigador que en la búsqueda de un objeto de estudio halla otra realidad silenciada, se detiene en ella, indaga y acaba dándole voz en las páginas de un libro.
Qué fue de los maestros de Salamanca durante la guerra civil: Un libro que restaura memoria y magisterio
Detalle de la cubierta del libro "Qué fue de los maestros de Salamanca durante la guerra civil"

Me topé con la depuración de maestros sin buscarla, inesperada y abruptamente, como quien lo hace con una desgracia o un accidente imprevistos.

Andaba detrás de maestros rurales de los años treinta apasionados de las técnicas escolares de Freinet y me di de bruces con el dolor, la amenaza y el miedo en su mas viva expresión, palabras estas que sintetizan mejor que nada la realidad de la depuración y el cotidiano vivir del maestro rural, muy por encima de la cantidad o intensidad de las sanciones sufridas.

Porque a la dura vida del maestro rural, envuelta de común en mil trampas y sinsabores diarios, vino a sumarse luego el dolor de la depuración a poco de comenzar la guerra civil.

Inmerso de común en tal realidad, el maestro habría de tener un temple especial si quería sobrevivir ni verse arrastrado al deterioro profesional y humano. Lo expresaba muy bien un maestro rural del momento, luego reconocido inspector y brillante editor de textos escolares, en un artículo que mereció un premio y más de un elogio:

Si todo educador que quiera serlo íntegramente ha de poseer un alma templada al calor del entusiasmo y de la vocación, con mayor motivo ha de tenerla el maestro que se encuentra de pronto inmerso en una escuela rural. La razón es obvia. La ciudad restaña con estímulos y comodidades las vacilaciones y titubeos que afloran en quieres ejercen la función educadora. El maestro rural, en cambio, náufrago en un ambiente copioso de prejuicios y chabacanería mental, ha de ser severo e inflexible centinela de sí mismo; ha de tener en todo momento muy tenso el arco de su vida interior para que no le deshojen las flores más fragantes de su humanidad.

Y no basta el entusiasmo —añadía—, vapor de caldera, energía indomada. Es además imprescindible un firme cimiento, un sólido fundamento humano para mantener el rumbo del hacer del día y de los años.

Vayan por delante dos ejemplos del pobre entorno humano en que se movían los maestros y del dolor añadido por la depuración.

Lidia

Lidia, maestra en un pequeño anejo de un pueblo de la sierra salmantina, fue separada del servicio y dada de baja en el escalafón, arrojada de un plumazo del magisterio nacional por la depuración. Los motivos manifiestos están en el pliego de cargos, que no el que en verdad causó tal revancha en forma de castigo: la maestra se negó a complacer adecuadamente a los caciques del lugar que desde el primer momento la solicitaron. Señores que no dudaron en mover la mano del cura del lugar y ponerlo de pantalla para que a ellos no se les viera. Bajo la acusación de mala maestra, irreligiosa y de actuaciones políticas izquierdistas, aflora la de mayor carga y consecuencias:  

…separada de su marido —decían los testimonios de cargo— tiene en el pueblo fama de inmoral que ha trascendido a los pueblos limítrofes. Se dice que sale al encuentro de los hombres para solicitarlos.

En cierta ocasión salió al encuentro a un joven, solicitándole.. A otro le dijo que era muy celoso en conservar su pureza.

Permanecía en la taberna hasta altas horas de la noche con los jóvenes.

Se hacía invitar a cenar de algún viudo.

En alguna ocasión dijo que ella tenía carne para todos los hombres.

Invitaba a los jóvenes a casa a jugar a los naipes.

La maestra, herida en su dignidad, se revolvió con fuerza y apuntó al real motivo de los rumores convertidos en acusaciones:

Verdad es que rechacé insinuaciones más que molestas, que en los pueblos o regiones donde el caciquismo impera los hay tan atrevidos que no tienen inconveniente el tratar al modo de señores de horca y cuchillo. ¡Y ay de quienes rechazan sus pretensiones! ¡Ya me las pagará!

Fue inútil. Separada del magisterio muy pronto, mantuvo durante los duros años de la postguerra a sus dos hijos con trabajos humildísimos, ajenos a su preparación y conocimientos (en palabras de un inspector de enseñanza). Sólo el celo de un funcionario, que revisó el expediente y descubrió la vergüenza y el engaño casi dos décadas después, la restituyó al magisterio con algunas sanciones añadidas.

Pero para entonces el marido había desaparecido y uno de los hijos fallecido.

Roque

Roque era maestro de un a pueblo de la llanada triguera salmantina, depurado y denunciado por su escaso celo profesional: los niños de su escuela no avanzan, no aprenden, su conducta deja que desear. Así lo expresaban vecinos del lugar en escrito al Gobernador Civil.

El maestro no dudó en volcar al papel la verdad de lo denunciado, apuntando con crudeza a las causas que los denunciantes, ¡padres de sus alumnos!,  no querían ver.

El concejal que firma la denuncia —decía— y representante del ayuntamiento en el consejo local de primera enseñanza de este pueblo trae empleado escardando sus trigos a un niño que está dentro de la edad escolar, habiendo muchos obreros sin trabajo; y además tiene otro de 22 años que los dos tienen oficio y los dos lo ganan.

El pastor de los cerdos y cabras del pueblo ha quitado otro de la escuela y de la misma edad para que le ayude a guardar los ganados, teniendo otro hermano de 24 años que también lo gana. Otro labrador de la dehesa trae ocupados a otros dos niños que son también de esta escuela y de la misma sección en el escardo.

El vecino del lugar que se dedica al tráfico de ganados mayores, mulas, vacas, etc., tiene dos niños. Uno de 11 años escasamente asistió en días sueltos durante un año a la escuela, de los ocho meses a que tiene derecho, por lo que casi es analfabeto; otro de nueve años solo tiene asistido dos meses a la escuela, porque a los dos los emplea en llevarlos a las ferias a comprar, y al pequeño lo trae pastoreando al ganado que no da salida.

La vecina Ángela, con otros dos que tiene, hace lo mismo; al mayor nunca lo mando a la escuela y el de nueve años no ha venido a la escuela ni mes y medio; los emplea en pastorear una 50 o 100 ovejas.

Todo un abuso, pero mayor aún es el del cura del lugar: además de abrir escuela sin licencia ni título para ello, da clases por las noches a algunos. Añaden los padres de familia que les tiene más cuenta el cura porque así por el día van a trabajar los niños.

Qué fue de los maestros de Salamanca  (Universidad Pontificia de Salamanca, 2021)

Y concluye:   

Esto es un grande abuso y después de que se sirven de los niños los oigo decir que es porque el maestro no enseña. Háganse venir todos los niños a la escuela los mismos días, horas y minutos que la niñas, y el problema de no enseñar estará resuelto. A éstas no las emplean para nada y siempre en la escuela. Además los niños, si quiero paz con el pueblo, tengo que dejarlos salir todos días del año a las 11 para llevar la comida a los del campo.

Les conocí a los dos ya mayores.

Durante los años que me senté en los pupitres de sus escuelas nunca les oí decir nada de lo antes descrito. Su dignidad de maestros, y sobretodo la grandeza que les adornaba, les impedía caer tan bajo como habían caído sus conciudadanos.

No es otra que esta la intrahistoria del libro.

Antonio García Madrid

Antonio García Madrid

Catedrático de Teoría de la Educación jubilado en la Universidad Pontificia de Salamanca, licenciado en Pedagogía y en Filosofía, y doctor en Ciencias de la Educación.

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