Las alianzas sectoriales interuniversitarias y el asociacionismo gremial

28/06/2022Maite Simón

El presente texto es la versión en castellano del capítulo "Les aliances sectorials universitàries i l’associacionisme gremial", de Maite Simón, que forma parte del libro, coordinado por la propia autora, «Cent anys fent llibres. La trajectòria d’una editorial universitària». PUV, 1920-2020 (Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2021, pp. 312-338).
Las alianzas sectoriales interuniversitarias y el asociacionismo gremial
Asamblea de la UNE, Universitat de València, noviembre de 2021

Los verdaderos editores existen y no están en peligro de extinción.

JORGE HERRALDE

ANTECEDENTES

En el último cuarto del siglo pasado tuvo lugar la configuración, reestructuración o nacimiento de la mayoría de los secretariados de publicaciones que, independientemente de las denominaciones –tema recurrente cuando se habla de edición universitaria–, eran el embrión de las editoriales universitarias actuales, también con independencia del nombre formal con el que son conocidas en la actualidad: servicio, editorial, prensas, ediciones... No hace falta incidir en la precariedad inicial de sus estructuras y en la ausencia de planteamientos editoriales si no es para evidenciar que en estos servicios, muchos de ellos con imprentas propias y personal con manguitos y visera, se pasó de imprimir la papelería de la universidad y los sobres de matrícula a publicar algunos libros –dos o tres al año–, incluso a articular algún proyecto de colección.

El cambio de perspectiva fue arraigando en el Servicio de Publicaciones de la Universitat de València a partir de la dirección del profesor Vicenç M. Rosselló, catedrático de Geografía, que había sido, a su vez, vicerrector. Sin embargo, más allá del paso efímero de Eugenio Portela, investigador del IATA y del Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia, que centró su interés fundamental en la publicación de las tesis doctorales en el formato de moda, las microfichas, el nombramiento del profesor Vicent Salvador como director (1986), entonces un joven en la mitad de la treintena, supuso el auténtico punto de inflexión. Salvador, filólogo y poeta, fue sabia nueva para lo que empezaba a gestarse. De las tres colecciones existentes (Cultura Universitària Popular, Oberta y Academia de los Nocturnos), se pasó a la apertura de nuevas líneas –algunas de las cuales continúan en la actualidad–, con la voluntad decidida de aplicar los posibles cambios de funcionamiento que nos acercaran al sector editorial: se hacían libros, que había que distribuir, promocionar y vender. Era necesario también elaborar catálogos, porque el fondo antiguo era importante,[1]  como también lo eran los numerosos libros y opúsculos de centros y departamentos con tradición de publicaciones. Y los volúmenes de resúmenes de tesis doctorales. Y era necesario, sobre todo, hacer contratos de autoría o de traducción y convenios con aquellas entidades que hacían alguna aportación económica. Y contratos con las distribuidoras, entre otros. Y entender las liquidaciones, y pagar a los autores... Y saber de porcentajes y de descuentos. Y aprender a trabajar con los primeros Mackintosh para la composición de los libros, cuando Internet era todavía una herramienta absolutamente minoritaria y solo teníamos un punto de conexión en un despacho del primer piso de la calle de la Nave. En definitiva, teníamos que ir aplicando lo que se decía «los usos y costumbres de la industria del libro». Pero, ¿qué sabíamos de eso entonces?

Lo que sabíamos es que había otras universidades que también publicaban y que, muy probablemente, tendrían problemas parecidos a los nuestros. Y a veces, sin conocernos, levantábamos el teléfono y preguntábamos por el Servicio de Publicaciones en otra universidad. Y teníamos suerte, y encontrábamos un o una colega al otro lado del hilo que decía tener buenas referencias de tal o cual distribuidor o que confesaba tranquilamente que no firmaban contratos con los autores porque eran de la casa o porque, sencillamente, no tenían modelos adecuados. Esto es solo un ejemplo de cómo nos buscábamos la vida, por decirlo en términos coloquiales.

LOS PRIMEROS CONTACTOS PROFESIONALES

La Asociación de Editoriales Universitarias Españolas (AEUE)

Los inicios

Sin una articulación formal de una red profesional, ya en 1985 se hizo la primera publicación conjunta, el Catálogo de Publicaciones Universitarias Españolas, con una tirada de 3.000 ejemplares, que se distribuyó en librerías, bibliotecas, universidades y embajadas –sí, embajadas– y en la feria internacional para profesionales LIBER, que se celebraba, y se celebra, cada año, con alternancia entre Madrid y Barcelona, desde hace casi cuatro décadas.

Primer catálogo conjunto de las publicaciones universitarias españolas (1985), unos años antes de crearse la AEUE.

Al mismo tiempo, se empezaron a preparar unas modestas exposiciones itinerantes con fondos editados por las diversas universidades que servían también para hacer la presentación pública del catálogo. Cabe decir que una actividad como aquella, que hoy no generaría un interés especial, en aquellos momentos de finales de los ochenta despertaba cierta curiosidad. Aquellas exposiciones permitían ver y tocar otros libros universitarios, cuando todavía era una tarea heroica –la mayoría de las veces, imposible– conseguir cualquier título en las librerías. La distribución comercial de los libros universitarios era, por entonces, uno de los problemas estructurales.

Empezaba a gestarse la necesidad de hacer cosas juntos con voluntad de proyección y aquellos primeros contactos iban fructificando, sin duda, por la ilusión de ir construyendo prácticamente desde la nada. La mayoría de las direcciones de los servicios de publicaciones de aquellos años, con algunas excepciones históricas, estaban a cargo de personal docente; quiero creer que la responsabilidad editorial asumida era, en aquel momento, una motivación no sólo curricular, sino todo un reto, una oportunidad para contribuir al nacimiento de un proyecto de presente y con futuro. Fueron, pues, multiplicándose los encuentros interuniversitarios que darían lugar al nacimiento de la AEUE, constituida formalmente el 29 de julio de 1987 con 24 universidades, entre ellas la Universitat de València, y un centro de investigación.[2] El 1 de octubre del mismo año, bajo la presidencia de una comisión gestora integrada por las universidades madrileñas (UCM, UNED y UAM),[3] tuvo lugar en la Universitat Autònoma de Barcelona, con la hospitalidad del director de Publicaciones, el técnico Francesc Albar, la Primera Asamblea General, donde se presentaron los estatutos y se procedió a la elección de la primera Junta Directiva, que quedó integrada por Miguel Avilés (presidente, Universidad de Córdoba), Eloy Rada (vicepresidente, UNED), Francesc Albar Fonte (secretario, Universitat Autònoma de Barcelona), Jesús Alonso (tesorero, Universidad de Valladolid) y los vocales César Álvarez (Universidad de León) y Juan Antonio Pérez Bustamante (Universidad de Cádiz). Un equipo conformado con una cierta voluntad de equilibrio territorial pero con total ausencia de mujeres, ciertamente testimoniales entonces en las direcciones de Publicaciones. Los acuerdos de aquella asamblea fueron la publicación conjunta de tres boletines de novedades, un catálogo anual de publicaciones y otro de tesis doctorales.

La incorporación de universidades –Oviedo, Sevilla...– iba creciendo y ya en septiembre de 1988 la AEUE participó por primera vez en el VI Salón Internacional del Libro LIBER, que tenía lugar en Barcelona, con stand propio. Queríamos aprovechar el encuentro de LIBER para reunirnos y los días 28 y 29 de aquel septiembre tuvo lugar la Segunda Asamblea General Ordinaria de la AEUE, donde se produjeron algunos cambios en los miembros la Junta Directiva. Hay que recordar que los cargos, estos y muchos otros, se ejercían de manera personal y en representación del Servicio de Publicaciones de la universidad correspondiente, de modo que cuando algún miembro cesaba –por cambio de equipo rectoral o por cualquier otro motivo– era necesario proceder a la sustitución, lo que generaba un movimiento entre los mismos miembros de la Junta Directiva, que incluía, al menos en las dos primeras elecciones, la figura de dos suplencias.[4]

Los objetivos asociativos

Los objetivos fundacionales de la AEUE, creada con fines culturales y sin ánimo de lucro, eran básicamente:

  • difundir y promocionar el libro universitario;
  • representar, gestionar, fomentar y defender los intereses generales de la edición universitaria española, tanto en el ámbito nacional como en el internacional;
  • informar y asesorar sobre los problemas del libro en general y los de las publicaciones universitarias en particular;
  • promover y organizar cursos de formación relacionados con el sector editorial;
  • realizar estudios monográficos, prospectivos y estadísticos de interés para la edición universitaria española;
  • facilitar a profesorado y estudiantado, personal investigador y público lector en general el acceso a la consulta y compra de las ediciones universitarias;
  • representar la edición universitaria ante las administraciones públicas y ejercer la interlocución con otras asociaciones de editoriales;
  • constituir un espacio de encuentro y de relaciones entre las universidades asociadas y crear un foro para la discusión de cuestiones de interés común;
  • velar por el prestigio y la buena imagen pública del libro universitario español;
  • proteger los derechos de autoría, de acuerdo con la legislación vigente sobre propiedad intelectual.

En definitiva, una ambiciosa declaración de intenciones para la época que incitaba a no quedarse al margen. ¿Cómo podríamos, de manera individual, aspirar ni siquiera a poner en marcha algunas de esas actividades o ejercer algunas de esas funciones? Recordemos, sin embargo, que la AEUE, aunque formalmente constituida, no tenía ninguna estructura técnica, ni ninguna sede social y no resulta fácil, más de treinta años después, documentar el funcionamiento colectivo de entonces a partir de unos pocos papeles que conservamos y de testimonios personales. Sin embargo, cualquier núcleo asociativo genera, sobre todo, interacciones humanas desinteresadas que, sin duda, tienen su correlato en el trabajo individual. Y eso es lo que nos pasaba en la AEUE, que nos volcábamos a aprender los unos de los otros, para intercambiar ideas, para apoyarnos, para recomendarnos proveedores, etc. Y estas relaciones iban fortaleciéndose con el tiempo porque, aunque los cambios periódicos del personal docente que ocupaba las direcciones de los servicios de publicaciones tenía consecuencias en la configuración de la AEUE, los equipos técnicos, que éramos personal especializado, suponíamos una garantía de continuidad para el proyecto asociativo. Había que ser muy didácticos pero no siempre teníamos que volver al principio.

La secretaría técnica y las sedes sociales

La asociación iba creciendo y se hacía necesario poner en marcha una mínima estructura profesional. Así, la asamblea del 29 de junio de 1989 aprobó la creación de una secretaría técnica. Los primeros intentos se concretaron en la retribución de unas pocas horas semanales a un autónomo, Carlos Herrero, que, a falta de sede, coordinaba por teléfono la realización de algún catálogo y los envíos de libros a un apartado de correos de L’Hospitalet de Llobregat. Recordemos que en aquellos momentos apenas empezábamos a hacer uso de Internet y el teléfono móvil era todavía una extravagancia, por lo que la localización de aquel «secretario técnico» era una tarea árdua. Aquel experimento duró pocos meses.

Acto de inauguración del espacio AEUE en la librería Fuentetaja de Madrid. En el uso de la palabra, Isidro Zataraín (Universidad de Valladolid). Entre el público asistente, Edel Serrano y Maite Simón, en representación de la Universitat de València.

Con la Junta Directiva presidida por Isidro Zataraín (1992-1995), de la Universidad de Valladolid, se vivió la época más tumultuosa que quizás se recuerde en la historia de la AEUE, con una constante crítica y cuestionamiento por parte de un sector de universidades que, para contrastar la supuesta inacción de la directiva del momento, decidieron constituir formalmente, sin causar baja en la AEUE, un grupo alternativo, UNIVESPAÑA. La puesta en marcha de la tan deseada secretaría técnica tuvo que aplazarse precisamente por el cuestionamiento de algunos de estos miembros, que lo consideraban un dispendio. Aquello era un «ni comer ni dejar comer». Y como un juego de equilibrios salvadores, en marzo de 1995 la AEUE pasó a ser capitaneada por Josep Maria Riera, director de Publicaciones de la Universitat Autònoma de Barcelona, inteligente, hábil y conocedor del oficio. Muy pronto, con las manos en el trabajo y, sobre todo, con una bonhomía cautivadora, consiguió que la asamblea aceptara el ofrecimiento de Jesús Ayuso, de la conocidísima librería Fuentetaja de Madrid, para instalar la que sería la primera sede social de la AEUE, con logotipo en la puerta, y con el compromiso también de convertirse en el centro neurálgico de las publicaciones universitarias españolas. Ya teníamos sede y era necesario, ahora sí, contratar a una persona para llevar adelante, de manera profesional, la secretaría técnica. Riera lo consiguió y ya en el mes de mayo de ese mismo año, en 1995, era contratada Alicia Buil, que, durante más de veinticinco años, ha trabajado con dedicación, interés y pasión por la proyección, el crecimiento y la consolidación de la asociación. Durante muchos años tuvo que hacerlo en solitario hasta la incorporación de Joaquín Corbacho en octubre de 2004, primero como becario y más adelante como personal estable de la secretaría técnica.

Aquellos años iniciales en Fuentetaja, donde la AEUE fue siempre bien acogida, facilitaron el arranque de los primeros proyectos colectivos. Sin embargo, por naturaleza y crecimiento, había que encontrar un espacio más adecuado y, a partir de 2002 y hasta 2010, la asociación compartió instalaciones con la CRUE(Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas), los dos primeros años en la sede de la calle del Príncipe, 1 y ya en 2004 en la nueva sede de la plaza de Las Cortes, 2, ambas de Madrid. Rosa de Bustos, que había ejercido de jefa de comunicación de la CRUE, pasó, desde enero de 2006, a asumir la gestión de la comunicación de la AEUE-UNE, justo en el año del cambio de nombre y de imagen corporativa. Si contar con una secretaría técnica profesionalizada nos situaba ya en el mapa, la inversión en comunicación supuso un plus que multiplicaba la proyección de la asociación.

Desde 2010, la sede de la asociación está en la calle de Vitruvio, 8, en las instalaciones del CSIC, originalmente complementada con un espacio en la librería de la misma institución como punto de referencia de las publicaciones universitarias españolas. En 2015, sin embargo, el espacio comercial se trasladó a la librería del BOE (calle de Trafalgar, 27), con una mayor visibilidad para los fondos bibliográficos y con la posibilidad para los asociados de organizar actos de presentaciones.

Las asambleas y las juntas directivas

Antoni Furió, presidente de la AEUE (2002-2004), en el stand de la asociación en LIBER 2003 con Javier Badía (Universidad Complutense de Madrid) y Fernando de Lanzas, director general del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura (1999-2004).

De acuerdo con los estatutos, la asociación se rige por el principio de representación y por el sistema de autogobierno mediante la Asamblea General, que es el órgano supremo, y la Junta Directiva. A partir de la constitución formal de la AEUE, durante los primeros años se convocaban dos asambleas al año, una en junio, que coincidía con LIBER –que en aquellos años se hacía en esas fechas– y la otra en noviembre, siempre con la alternancia entre Madrid y Barcelona. En el año 1989, precisamente a propuesta de la Universitat de València, se inicia la itinerancia de las asambleas y los días 23 y 24 de noviembre acogimos, con la colaboración de la Universitat Politècnica de València, la IV Asamblea General Ordinaria de la AEUE. [5En el año 1999 la XVIII Asamblea repetiría sede en Valencia, ya que celebrábamos el quinto centenario de la fundación de la Universitat de València. También para noviembre de 2020, y como inicio de las actividades y celebraciones de los cien años de la actividad editorial en nuestra universidad, estaba previsto acoger de nuevo, en nuestra casa, a las editoriales universitarias para la celebración de la XXIX Asamblea pero, finalmente, esta recepción tuvo que ser aplazada. [6] Publicacions de la Universitat de València se implicó en el proyecto de la AEUE desde los inicios, como ha quedado patente. Además de participar activamente en su gestación y en las actividades, ha asumido diversas responsabilidades a lo largo del tiempo. Antoni Furió, director de PUV entre los años 1997 y 2010, formó parte de las juntas directivas presididas por Víctor Amaya, en la primera (1998-2000) como vocal y en la segunda (2000-2002) como vicepresidente. En 2002 fue elegido presidente, hasta 2004. Furió, gran conocedor del mundo editorial, aportó a la AEUE el impulso modernizador necesario en unos años de un marcado desarrollo tecnológico.

Logotipo de la AEUE.

En la asamblea de Jaca (2006), organizada por la Universidad de Zaragoza, cuando finalizaba la presidencia de Antonio Pérez Lasheras, se presentó el cambio de las siglas –de AEUE se pasaba a UNE, Unión de Editoriales Universitarias Españolas– y de la imagen corporativa de la asociación. El proyecto de Joan Costa y su equipo, impulsado por Francisco Fernández Beltrán (UJI) era, sin duda, algo más que una apuesta gráfica innovadora para una nueva época.

Actividades de formación: cursos, jornadas, talleres, seminarios, conferencias y congresos

Como cualquier colectivo profesional, el de las editoriales universitarias es, por naturaleza, heterogéneo; ya me he referido en otro momento a la composición de las plantillas.[7] Precisamente por esto, siempre ha existido una conciencia clara de que había que desarrollar este tipo de actividades. Los cursos solían durar un par de días y tenían lugar en Barcelona y Madrid, principalmente, pero también en otros lugares como Santiago, Granada o Valencia. Se han impartido, por ejemplo, de marketing editorial, diseño gráfico, producción editorial, corrección, edición electrónica, propiedad intelectual y, en los últimos años, un largo repertorio cada vez de mayor especialización, como comercio electrónico, Google Scholar, OJS (Open Journal Systems), plataformas digitales, revistas científicas, métricas, calidad editorial, etc.[8]

Se han consolidado también desde hace años las jornadas-taller de formación sobre libro electrónico, en colaboración con el CSIC, que suelen celebrarse en Madrid coincidiendo con la feria del libro. Profesionales no solo del entorno universitario sino del mundo de la empresa, de la edición, de la tecnología, de la investigación, de las bibliotecas, de la economía, del derecho... exponen y debaten sobre los temas que van programándose cada año.

Mesa redonda «El papel del corrector en el futuro del libro», XXXVIII Asamblea General Ordinaria de la UNE (Cádiz, 14-16 de noviembre de 2019). De izquierda a derecha, David Lluch (corrector de PUV), Maite Simón (editora de PUV y moderadora), Àngels Campos (correctora de Voramar) y Antonio Martín (corrector y director de Cálamo&Cran).

La participación de algunos miembros de las editoriales universitarias como conferenciantes o intervinientes en mesas redondas ha sido un recurso útil. Desde la Universitat de València, además de las frecuentes intervenciones, densas y documentadas, de Antoni Furió, tanto desde la palestra como desde el auditorio, que se convertían en auténticas ponencias, algunos miembros de PUV también hemos sido invitados a varias sesiones. En 1999, en la asamblea de Valencia, Gustau Muñoz (UV), jefe de redacción de las revistas L’Espill  Pasajes, habló de las «Revistas de debate y pensamiento: una contribución desde la Universidad». Dicho con toda la modestia, nuestra editorial despertaba ya una cierta admiración, tanto por lo que ya hacíamos y por cómo lo hacíamos, como por lo que estábamos empezando a construir, de modo que, para la asamblea celebrada en la Universidad Pontificia de Salamanca (2002), fui invitada a preparar una ponencia sobre el funcionamiento de PUV, que titulé «Cómo editar un libro. Manual de funcionamiento de una editorial universitaria». Más recientemente, Juan Pérez (UV) participó en la mesa redonda «Herramientas para la administración de colecciones digitales: OMP», que tuvo lugar dentro de las VIII Jornadas digitales. Edición académica: el entorno digital y sus retos (Madrid, 2018). Y últimamente, en la asamblea de Cádiz (2019), tuve el gusto de coordinar una mesa redonda sobre corrección editorial, «El papel del corrector en el futuro del libro», en la que intervino también David Lluch, recientemente incorporado a PUV como corrector.

En el marco de las asambleas anuales es también habitual invitar a personas o instituciones para participar en algunas de las mesas temáticas que tienen lugar bajo el lema de la asamblea. El hecho de abrir las puertas a otros profesionales o a colegas del mundo editorial empresarial, nacional o de otros países, genera necesariamente un cierto eco que, a lo largo de los años, se ha demostrado productivo. Porque nos valoran y nos estiman, debemos dejarnos conocer.

Catálogos, revistas y boletines

Ha llovido mucho, como suele decirse, desde aquellos primeros catálogos colectivos a los que me he referido antes. Tenemos que ser benevolentes, sin embargo, cuando juzgamos esas iniciativas caseras y cuestionamos la utilidad que pudieron llegar a tener. Y lo digo más de treinta años después, recordando todos los boletines y catálogos que la UNE llegó a impulsar; hay que tener en cuenta que entre el conjunto de las editoriales universitarias tenemos un fondo editorial de un gran valor, no solo cuantitativo sino también cualitativo. A lo largo de los años noventa se llegaron a hacer decenas de boletines y numerosos catálogos temáticos (Historia, Filología Hispánica, Historia del Arte, Derecho, Ciencias Sociales-Documentación) y, más adelante, algunos otros como el de Selección de fondo editorial para América, el Catálogo del libro técnico o el Catálogo de publicaciones periódicas. Estas obras ponían de manifiesto la valía patrimonial y científica de unos fondos editoriales colectivos que, hasta entonces, difícilmente podían conocer los especialistas de cada una de esas áreas. Desde PUV promovimos la iniciativa de la producción de estos catálogos y asumimos la coordinación y la producción del primero de ellos, el de Historia.

Una muestra de publicaciones conjuntas: catálogo de las publicaciones universitarias españolas, primer catálogo temático, coordinado y producido en PUV, y boletín Unelibros.

El boletín de la asociación por excelencia es Unelibros, que se publica semestralmente desde 2001, y es un magnífico escaparate para las novedades de las editoriales universitarias y para los contenidos que las acompañan, como entrevistas, reportajes, firmas invitadas..., todo sobre las temáticas de actualidad de nuestro sector. Ni que decir tiene que la publicación, además de ser en papel, es también electrónica.

Comercialización: librerías y ferias

De los modestísimos catálogos de finales de los años ochenta al proyecto Unebook <https://www.unebook.es> del siglo XXI hay una distancia abismal, no únicamente por los avances tecnológicos que facilitan la visibilidad y la compra de libros universitarios de diferentes editoriales en un clic, sino por la concepción misma del catálogo. Los avances conseguidos han sido, en pocos años, más que notables y, más allá de la inversión económica y la desigual rentabilidad para cada universidad asociada, el proyecto colectivo, reforzado por muchísimas otras actividades públicas, ha conseguido situar la edición universitaria en el mapa con plena normalidad. Cabe decir que la Universitat de València fue, una vez más, pionera [9] a la hora de hacer posible la comercialización conjunta cuando, desde La Llibreria de la Universitat, inaugurada en 2003, ya se ofrecían los fondos de todas las editoriales universitarias y centros de investigación de la UNE, no solo al público general que la visitaba sino a clientes extranjeros (distribuidores, bibliotecas, exportadores...).[10] En la actualidad, esta y otras iniciativas parecidas son absolutamente compatibles y, además, se refuerzan mutuamente. Además de Valencia y de la librería del BOE de Madrid antes citada, la UNE ha llegado a acuerdos con algunas librerías como Gallaecia (Santiago de Compostela), Documenta (Barcelona) y la librería de la Universidad de Granada para que mantengan un espacio físico con los fondos universitarios e, incluso, puedan acoger actos de presentación.

Unebook es un proyecto de gran envergadura, que empieza a funcionar en 2014, y que se ha convertido, para todo el mundo, en el gran portal de venta en línea de las publicaciones –libros y revistas– editadas por las setenta editoriales universitarias españolas y otras instituciones asociadas a la UNE. Es un espacio clave dentro de la UNE para posicionar los contenidos universitarios en el mundo, que comercializa cualquier formato (papel y electrónico) y cuenta ya con más de 240.000 referencias de publicaciones académicas. Una de las grandes bondades del proyecto es que ha conseguido concitar todas las voluntades, la de los pequeños, que no contaban con escaparates parecidos, y la de los mayores, porque todo suma y multiplica la visibilidad de las publicaciones universitarias.

Las ferias del libro son también unas magníficas ocasiones para sacar los libros de sus espacios naturales, especialmente las ferias de proximidad, las que suelen estar en espacios abiertos al público, que son ferias de venta. Como he escrito en algún otro lugar, pensar que los libros universitarios podían interesar a los visitantes o paseantes era, hace unos cuantos años, un ejercicio de imaginación. Superados los prejuicios, y sobre todo a partir de iniciativas de las editoriales universitarias locales que han ofrecido toda la colaboración, la UNE ha tenido ocasión de participar, al menos, en las ferias de Madrid, Granada, Valencia, Castilla-La Mancha, Málaga, Sevilla, Valladolid, Zaragoza o Xixón.

La gestión de espacios colectivos es siempre un recurso óptimo para minimizar gastos y conseguir presencia allí donde muchos no podrían estar si no fuera en un stand compartido. El coste de esta actividad es asumido por la UNE, que repercute una parte en cada universidad participante.

Las ferias profesionales tienen otra dimensión. Habitualmente se hacen en grandes recintos cerrados y tienen carácter internacional. En España la más conocida es el Salón Internacional del Libro LIBER, donde la UNE participa al menos desde 1988. Es un espacio de encuentro entre los colegas de otras editoriales, profesionales del sector, comerciales de las empresas distribuidoras, imprentas, agencias literarias, instituciones diversas. Suelen ser unos días de confluencias y es habitual que la UNE organice algún acto paralelo, como reuniones o presentaciones. Históricamente, la UNE ha participado también en la FIL de Guadalajara (México), la FIL de Buenos Aires, la FIL de Bogotá, la FIL de Santiago de Chile, la BookExpo America en Washington y en la más emblemática de las ferias internacionales, la Frankfurt Buchmesse.

El acuerdo de intercambio de publicaciones

Desde finales de los años ochenta existe una de esas tradiciones que van pasando, de manera oral, de generación en generación de editoras y editores universitarios, y es la existencia de un convenio firmado entre los rectores de las universidades españolas para intercambiar todas las obras publicadas en cada una de nuestras universidades. Nunca hemos dudado de ese documento pero nunca, ni yo ni ningún colega de los consultados, lo hemos podido encontrar, o tener alguna referencia más precisa. Sin embargo, más que la formalidad de un documento, importaba el espíritu de colaboración que  emanaba de la iniciativa. Que los libros de cada universidad pudieran estar en todas las bibliotecas del resto de universidades era, sin duda, otra manera de darles utilidad.

El tema del intercambio ha generado, históricamente, muchas horas de debates, no siempre amables. ¿Cómo, una universidad que publica treinta títulos va a intercambiarlos con la que publica cinco? ¿Qué hace, una universidad politécnica, con libros de filosofía, política o filología? ¿Hay personal dedicado a gestionar el intercambio? Los recursos provenían de los servicios de publicaciones (libros, sobres, sellos, personal...), pero las beneficiadas eran las bibliotecas. ¿Qué hacían las bibliotecas con libros que potencialmente no les interesaban?

Recientemente, se ha promovido desde la UNE una solución tecnológica que posibilita un mejor cumplimiento de los objetivos que se pretendían desde los rectorados: el intercambio o préstamo digital, mediante el cual se ofrecen todas las publicaciones universitarias digitales, con unas determinadas condiciones –como las que tienen los libros en papel, por lo menos en cuanto a duración del préstamo o de ejemplares disponibles simultáneamente–, a las comunidades universitarias asociadas a la UNE. Es innecesario el trasiego de cajas y lo que se mueve son los archivos electrónicos con la adecuada protección. Sería necesario, sin embargo, difundir a los cuatro vientos esta iniciativa que, actualmente, no parece demasiado conocida entre nuestras comunidades universitarias.

La calidad y las agencias evaluadoras

Gran parte del trabajo de las juntas directivas de los últimos años ha estado dirigido a la reivindicación y el reconocimiento de la calidad de las publicaciones universitarias por parte de las agencias evaluadoras. El camino estaba abierto, gracias a la mejora en los procesos de gestión de las editoriales universitarias y a la puesta en marcha de políticas de transparencia dirigidas, sobre todo, a esclarecer la niebla sobre las sospechas –veladas o no– de endogamia. Sin embargo, fue necesaria una campaña de la mano de los rectorados a partir de 2009 para lograr la desaparición de los criterios que penalizaban al profesorado que publicaba en su universidad y puntuaban positivamente la misma publicación si el sello editorial era otro. No me extenderé sobre un tema que se desarrolla con más profundidad en otro capítulo de este volumen (González: 340-355) pero sí hay que destacar, aunque sea de manera sucinta, que la implantación del Sello de Calidad en Edición Académica (CEA-APQ) para colecciones de investigación ha supuesto el reconocimiento de un indicio de calidad bien significativo, ya que las colecciones presentadas deben cumplir de manera rigurosa numerosos requisitos que acreditan, por ejemplo, la evaluación de expertos, la existencia de normas editoriales y de consejos asesores o de dirección, la frecuencia de reuniones y la existencia de actas e informes, unos determinados porcentajes de autoría ajena a la propia universidad, etc.

Reconocimientos y premios

Con una trayectoria conocida y reconocida como asociación profesional, la consolidación de la UNE no plantea ningún tipo de duda. La estabilidad que garantiza la secretaría y la permanencia de los representantes técnicos de las editoriales universitarias y de otros directivos PDI con larga dedicación a la dirección editorial posibilitan la continuidad de las líneas de trabajo iniciadas y aprobadas en asamblea. Sin embargo, también se producen, con relativa frecuencia, los finales de etapa de algunos miembros, la mayoría por cambios de equipo rectoral o por jubilación. La figura de «socio de honor», prevista en los Estatutos, permite reconocer a las personas que, durante su época en la editorial universitaria, se han significado por sus aportaciones a la asociación. Las propuestas parten de la Junta Directiva y son votadas por la Asamblea. Es un nombramiento simbólico pero con un gran significado afectivo, porque eso de ser editor o editora universitaria, aunque sea por un tiempo breve y de manera parcial, imprime carácter. Los directores de PUV Vicent Salvador, Antoni Furió y José Luis Canet cuentan con esta distinción.

Una de las iniciativas más satisfactorias para los miembros, y con una buena proyección mediática, es la de los Premios Nacionales de Edición Universitaria. Como es sabido, por ser entidades públicas la mayoría, no podemos concurrir a ninguna convocatoria pública de ayudas o de reconocimiento de ningún tipo; más bien nos piden participar como jurados en diversas convocatorias, tanto públicas como privadas. Estos premios han ido incrementando las modalidades convocadas durante sus veintitrés años de existencia. La primera convocatoria fue en 1998 y preveía cuatro modalidades: mejor edición electrónica, mejor colección, mejor programación editorial y mejor monografía. En los últimos años se premian doce modalidades, conscientes del elevado número de universidades asociadas y de la sana competencia que existe precisamente por los niveles de calidad de las propuestas. La UNE ha intentado desde siempre contar con jurados independientes, del mundo ajeno a las universidades: autoridades, gestores de instituciones culturales, periodistas, críticos, etc., lo que ha supuesto para ellos una oportunidad real de acercamiento a la edición universitaria y para nosotros unas mayores posibilidades de proyección. A la ceremonia de entrega de los premios, que suele tener lugar en la ciudad donde se celebran las asambleas anuales cada mes de noviembre, suelen asistir, además de las universidades asociadas presentes, las personas galardonadas acompañadas por las autoridades de sus respectivas universidades, los jurados, las autoridades universitarias locales y otros representantes del sector editorial y cultural.

Publicacions de la Universitat de València ha recibido premios en varias ocasiones, seguramente menos de los que habríamos querido, convencidos de la calidad de las propuestas presentadas. Sin embargo, el aumento de la competencia y la valía de las candidaturas de otros colegas, hacen que los reconocimientos sean representativos de prácticamente todas las tipologías editoriales que integran la UNE.

Relaciones profesionales e institucionales

Si el establecimiento de las políticas de comunicación es clave para el crecimiento de cualquier empresa o institución, la interlocución con los diversos agentes del sector es imprescindible. La UNE mantiene estrecha relación con los principales grupos de investigación en edición académica: E-LECTRA (Salamanca), ÍLIA (CSIC) y EC3 (Granada). Igualmente, es entidad colaboradora de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos), está en contacto con REBIUN (Red de Bibliotecas Universitarias), con la Federación de Gremios de Editores de España, con la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas (Ministerio de Cultura), con ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) y con FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología).

Tiene firmados convenios de colaboración con el Instituto Cervantes para desarrollar actividades de interés común, con la Biblioteca Nacional para ceder los archivos digitales de las editoriales asociadas y facilitar así la gestión del depósito legal, y con CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe), CEPAL y The Conversation. Las relaciones que se establecen con otras entidades que comparten inquietudes y finalidades son también básicas para tejer vínculos con otros territorios y para conocer otras maneras de hacer y, en su caso, compartir recursos (medios, ferias...); la UNE mantiene colaboración con diferentes asociaciones de editoriales de libros académicos de América Latina, como REUN en Argentina, Altexto en México, ASUETO en Colombia y ABEUDO en Brasil.

La UNE ha llegado a ser una asociación emblemática, un referente ineludible en el sector, admirada y respetada, juzgada, cuando menos, por la trayectoria vertiginosa de los últimos años. Estamos en un camino de permanente crecimiento porque el sector editorial está inmerso en una transformación continua y las editoriales universitarias, también sujetas a las nuevas dinámicas internas, estamos acostumbradas y preparadas para afrontar los cambios. Esta UNE que hemos ido construyendo entre todas las universidades asociadas y las demás entidades académicas que forman parte de ellas, existiría igualmente, estoy segura, treinta y cinco años después de su creación, independientemente de sus trabajadores y de los miembros de las juntas directivas existentes. Sin embargo, sin el esfuerzo, la inteligencia práctica, la intensidad del trabajo, la capacidad de gestión, la tozudez y la dedicación de los equipos técnicos y académicos que han capitaneado la nave de la UNE, no habríamos llegado a los mismos puertos.

LA VERTEBRACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES DE LENGUA Y CULTURA CATALANA:

LA XARXA VIVES

La Xarxa Vives es una institución, creada en 1994, que agrupa, coordina y potencia las instituciones universitarias «de Cataluña, el País Valenciano, las Islas Baleares, Cataluña del Norte, Andorra y Cerdeña, así como de otros territorios con vínculos geográficos, históricos, culturales y lingüísticos comunes, con el fin de crear un espacio universitario que permita coordinar la docencia, la investigación y las actividades culturales y potenciar la utilización y normalización de la lengua propia».

No es exactamente una asociación profesional pero, mediante las comisiones y grupos de trabajo creados, sí permite establecer vínculos de proximidad entre las diferentes universidades. Así, desde el Grup de Treball de Publicacions –en los inicios Comissió– se ha trabajado conjuntamente por la promoción y la dinamización de las publicaciones universitarias, muy especialmente, por los fondos en lengua catalana que representan, aproximadamente, apenas un tercio de toda la producción editorial de las universidades que formamos parte de ellas.

Revistas editadas por la Xarxa Vives con la participación de todas las editoriales universitarias de lengua catalana. 

A finales de los años noventa componíamos solidariamente el NEU (Novetats Editorials Universitàries), un modesto boletín periódico que con el nuevo siglo, en 2001 pasó a ser electrónico. Ya en 2008 vio la luz otro proyecto de la Xarxa, la revista BUC. Universitat. Cultura. Llibres, que integraba, además de novedades editoriales, información institucional y contenidos diversos sobre temas vinculados a la universidad. A partir de 2012, y con las posibilidades que ofrecía la tecnología, pasó a ser electrónica, fórmula que permitiría, poco después, la transformación en librería virtual, e-BUC, donde todas las editoriales universitarias de la Xarxa Vives podían exponer, difundir y vender cualquier publicación de su fondo editorial.

Desde la Xarxa Vives se han trabajado también otras formas para dar visibilidad y rentabilidad a nuestra actividad editorial, como los espacios web, las ferias (Valencia, LIBER, Frankfurt) y otros eventos profesionales. Si es importante estar allí de manera individual, poder hacerlo bajo el paraguas de la Xarxa Vives otorga un plus a las ediciones universitarias, más aún cuando se trata de eventos para títulos exclusivamente en catalán, como es el caso de la Setmana del Llibre en Català (Barcelona, septiembre) o de la Plaça del Llibre de València (octubre-noviembre).

Además de estas iniciativas de presencia conjunta, las reuniones propician colaboraciones multilaterales que fructifican, a menudo, en coediciones, en algunos casos de volúmenes sueltos o de alguna publicación emblemática, pero también en proyectos más consolidados de colecciones completas. Seguramente la pionera fue, en 1993, la colección Comunicación, que pusimos en marcha las tres universidades valencianas (UA-UJI-UV) y que, sin duda, despertó el interés de otros servicios de publicaciones como el de la Universitat Autònoma de Barcelona; más tarde se uniría la Universitat Pompeu Fabra mediante el Departamento de Periodismo y el apoyo directo del rectorado. Con estas nuevas alianzas, en 1997 nació la prestigiosa Aldea Global, que en la actualidad cuenta con 42 títulos publicados sobre temas de periodismo y comunicación y que obtuvo, en su primera convocatoria (2017), el Sello de Calidad en Edición Académica (CEA-APQ) que otorgan la UNE, la ANECA y la FECYT. Hay muchas otras colecciones interuniversitarias, todas ellas de gran mérito. Sin embargo, sin caer en la autocomplacencia –o quizás sí–, cabe decir que el modelo de gestión de la colección Aldea Global es un ejemplo a seguir. Está regulado por la existencia de un convenio interuniversitario y unas adendas con las características y el presupuesto de cada nuevo volumen. La UJI se hace cargo de la secretaría y de la recepción de los originales, que, en primera instancia, son enviados al Consejo de Dirección de la colección –integrado por un representante académico y por un técnico de cada una de las universidades participantes– y, si se considera su adecuación, se solicitan las evaluaciones científicas apropiadas. Si la propuesta resulta aceptada, se acuerda qué universidad asumirá su producción, exceptuando la UPF, que no dispone de servicio editorial. PUV se ocupa de la gestión administrativa, de la preparación de los convenios y adendas, de la contratación y la comercialización. Ciertamente, es un peso importante que no es posible dividir, en este caso, porque a posteriori se deben hacer las preceptivas liquidaciones de derechos de autoría. La promoción, si bien se gestiona más desde PUV, es compartida, según los títulos, por el resto de coeditores. Los gastos son asumidos en proporciones idénticas y los ingresos revierten de la misma manera. La colección dispone de un espacio web con toda la información sobre política de publicaciones, normas editoriales, consejo de dirección y consejo asesor, procedimiento, reseñas, actos y presentaciones, etc.

Las coediciones son unas alianzas naturales que difícilmente se dan entre editoriales comerciales. La Xarxa Vives ha querido estimular y reconocer este esfuerzo y en los últimos años, además de convocar, en cuatro modalidades, los Premis Joan Lluís Vives a l’edició universitària –que en 2020 nos galardonó La ciència a taula de Fernando Sapiña, como Millor Llibre de Ciències Naturals i Aplicades–, ha puesto en marcha un programa de ayudas para la coedición de libros científicos en catalán, que en la primera convocatoria (2019) premió precisamente un título de la Aldea Global, El periodisme digital amb valor. Claus per a la sostenibilitat de la premsa, de Enrique Canovaca, y en la segunda (2021) nos ha seleccionado la Guia de la València del primer franquisme (1939-1948) (Lucila Aragó, J. M.ª Azkárraga, Juan Salazar, eds.), coeditada con la Universitat Politècnica de València.

La Xarxa, que agrupa universidades, tiene una naturaleza, una estructura y un funcionamiento bastante diferente al de la UNE, que agrupa editoriales universitarias. Sin embargo, resulta imprescindible, además de participar activamente en las acciones de ambas, encaminadas a la defensa de nuestros intereses como editoriales universitarias, promover líneas de trabajo conjunto que puedan cubrir las carencias individuales o que contribuyan a reforzar las iniciativas que ya están funcionando.

LAS UNIVERSIDADES VALENCIANAS TEJEMOS (MÁS) PROXIMIDAD: EDITUNIVAL

Los encuentros profesionales facilitan los contactos personales y fue precisamente en el LIBER de 2014, que se celebraba en Barcelona en octubre, donde cuatro editoriales universitarias valencianas, Alacant, Jaume I, Politècnica de València y València, decidimos, en una reunión de trabajo en el stand de la UNE, que teníamos que crear un pequeño grupo de proximidad, con más posibilidades de compartir proyectos y de debatir las cuestiones que nos preocupaban. El impulsor fue Josep Forcadell, técnico que llegaba a la dirección de Publicaciones de la Universitat d’Alacant desde otra procedencia interna y, además del asesoramiento y la ayuda de su editor, Vicente Navarro, veía necesaria la interacción con las colegas editoras con más años de experiencia editorial, como éramos Remedios Pérez (UPV), Carme Pinyana (UJI) y yo misma (UV). A principios de 2015 formalizamos la primera reunión, que tuvo lugar en Alicante el 27 de marzo. Seríamos EDITUNIVAL, un nombre largo pero fácil de recordar. El 28 de abril, que nos reunimos en Valencia, también visitamos la Feria del Libro.

Reunión de EDITUNIVAL (junio de 2015). En la fila superior, José Luis Canet, Antonio Ariño, Remedios Pérez y Vicente Navarro. Debajo, Josep Forcadell, Carme Pinyana, Maite Simón, Ana I. González y Lluís Pastor.

Eran muchos los temas que nos preocupaban. Estaba gestándose el Sello de Calidad y desdeEDITUNIVAL habíamos estado analizando la propuesta y teníamos varias aportaciones. Igualmente, teníamos encima de la mesa la controvertida cuestión de los rankings. Por eso, el 19 de junio nos reunimos de nuevo, esta vez en una convocatoria extraordinaria que presidió el vicerrector de Cultura Antonio Ariño. Asistió también José Luis Canet y, como invitados especiales, Ana Isabel González y Lluís Pastor en representación de la UNE.

Aunque EDITUNIVAL no tiene, de momento, una constitución formal y regulada, supone el establecimiento de unas relaciones profesionales de mayor proximidad que las que se dan en el marco de la Xarxa Vives o de la UNE. Desde los inicios hemos tenido numerosas reuniones presenciales y la última, convocada en marzo de 2020, en la que estaba prevista la asistencia de la directora de PUV, Teresa Ferrer, recién incorporada, quedó suspendida por las circunstancias tan especiales de la pandemia por el COVID-19. Aún así, la comunicación telefónica, electrónica y virtual es fluida y las pequeñas colaboraciones –o las no tan pequeñas, como la coedición de la colección Memoria Democrática (UA, UJI, UV)– continúan, como siempre, de manera natural. Ese es el valor también del vínculo de la camaradería.

Las cuatro universidades que integramos EDITUNIVAL formamos parte, como ya se ha dicho, de la Xarxa Vives y de la UNE, pero también de la Associació d’Editorials del País Valencià (AEPV), de la que trataré a continuación.

ARRAIGADOS A LA TIERRA: LA ASSOCIACIÓ D’EDITORIALS DEL PAÍS VALENCIÀ (AEPV)

La Associació d’Editorials del País Valencià es el gremio profesional que agrupa a las editoriales valencianas. Inscrita como Associació d’Editors del País Valencià en el Registro de Asociaciones el 19 de noviembre de 1990 –víspera de la fecha que, desde el año 2000, la Generalitat Valenciana instituyó como Dia del Llibre Valencià en recuerdo de la aparición del Tirant lo Blanc– las seis editoriales fundadoras constituyeron la primera Junta Directiva. Casi todas eran de creación relativamente reciente. La presidencia recayó en Josep Gregori, de Bromera –creada en 1986–, y Vicent Berenguer, de Edicions de la Guerra, ocupó la vicepresidencia. Rosa Serrano, con la editorial Tàndem acabada de estrenar, asumió la secretaría y la sede social, inexistente, era su domicilio particular de la calle del Comte Salvatierra: en la inscripción legal no podía constar que se reunían en dinámicas sesiones en el salón cafetería del Hotel Inglés de la calle del Poeta Querol de Valencia. La tesorería recayó en Gabriel Sendra –propietario, con Maribel Marco, de la distribuidora Sendra-Marco, fundada en 1983–, que estaba en la asociación en nombre de Edicions del Bullent, creada en 1986 con Valerià Miralles y que gestionaba, fundamentalmente, Maribel Marco. Las otras vocalías las ocuparon Josep Mata Montero, de Editorial Galàxia, y Emili Payà en nombre de la histórica Tres i Quatre, fundada por Eliseu Climent y Rosa Raga en 1968.

La Junta Directiva fundacional fue efímera y en abril de 1991 se convocaron las preceptivas elecciones. A la asociación se habían ido incorporado algunas editoriales nuevas, como Tabarca, o reconvertidas –en cuanto a nuevos proyectos–, como la alcoyana Marfil, fundada como empresa de artes gráficas en 1947. Había, sin embargo, algunos sellos históricos como Albatros (1961), marca de la familia Soler, o Ecir (1942) de Valencia, centrada en el libro de texto, y Aguaclara de Alicante.

La AEPV pasó a ser presidida por Rosa Serrano, que fue sustituida en la secretaría por Josep Llorens, de la editorial Tabarca. Es significativo que junto al nombre de Llorens, gerente de la editorial, en la documentación conservada figure también el de África Ramírez, que en aquellos momentos entraba en el mundo de la edición; se dejaba constancia así de la implicación y la legitimación como representante de la editorial «pel que fora menester» de la que treinta años después capitanearía la AEPV. Gabriel Sendra continuó como tesorero y Emili Payà fue relevado por Verònica Cantó, que se incorporaba en representación de Marfil.

Hasta esta década de los años noventa, las experiencias editoriales más recientes nos habían dejado un cierto mal sabor de boca, con la quiebra en 1989 de un proyecto tan prometedor como el del Consorci d’Editors Valencians, nacido en 1983 por la unión de cinco empresas y de algunos accionistas particulares del ámbito cultural valenciano (Prometeo, Fernando Torres, Pre-Textos, Artes Gráficas Soler y Armengol), que había creado los sellos Gregal, Mestral y Biblioteca Valenciana.[11] Hay que recordar que con la aprobación de la Llei d’Ús i Ensenyament del Valencià el mismo año 1983, se abrían para el sector editorial unas oportunidades desconocidas. Más allá de algunas empresas históricas y de alguna iniciativa más singular, en el País Valencià no había un verdadero tejido editorial empresarial. La implantación del valenciano en la enseñanza necesitaba materiales didácticos, libros de lectura y de texto y, con las ayudas de la administración, las editoriales se volcaron a ello. La mala gestión empresarial de Gregal hizo fracasar el proyecto colectivo y cada editorial –también las foráneas– tuvo que poner en marcha sus propios proyectos para abastecer al sector educativo de libros de texto y de materiales complementarios en valenciano.

La Associació d’Editors del País Valencià, que pronto contó con un flamante logotipo diseñado por Enric Solbes, seguía incorporando pequeñas editoriales como Denes (1986), Brosquil, L’Eixam, Germania, Albatros, Carena Editors (1989) o Nau Llibres (1994). Y es que la década de los noventa, e incluso los primeros años del nuevo siglo, fue una época prolífica en cuanto al nacimiento de empresas editoriales, con características y proyectos diversos. También para las editoriales universitarias, estas décadas fueron importantes, tanto por la definición o la reconfiguración de sus estructuras como por el proyecto editorial. Los servicios de publicaciones en general y los de las universidades valencianas en particular comenzaban a singularizarse dentro de las instituciones universitarias. La Universitat Politècnica de València (1971) crea su Servicio de Publicaciones en 1981 con una vocación de servicio a su comunidad universitaria. Tras una tradición basada en la reprografía y los apuntes encuadernados, comenzaría a plantearse ir más allá con la edición de algunos volúmenes especiales. La Universitat d’Alacant, nacida unos años después (1979), puso en marcha un par de años más tarde su servicio editorial, también con algunos materiales docentes y con otras iniciativas de publicación modestas que, con el tiempo, irían abriéndose camino en el panorama editorial universitario. En la Universitat de València, fundada en 1499, llegó a haber una incipiente actividad editorial a finales del siglo XVIII, aunque no tuvo continuidad. El germen de nuestra editorial universitaria será el nacimiento de la revista Anales (1920-1921), a la que la universidad pronto dotó de estructura y de presupuesto para publicaciones y mantuvo la actividad, aunque irregular, desde 1920. La continuidad fue el Secretariado de Publicaciones, creación emanada de la Ley de 29 de julio de 1943. Sin embargo, es en la segunda mitad de los años ochenta, con Ramon Lapiedra al frente del rectorado y Vicent Salvador en la dirección del Servei de Publicacions, cuando la actividad editorial toma forma de manera más estructurada: se crean diversas colecciones, hay conciencia de pertenecer, desde la administración pública, a un sector profesional, se aplican los usos y costumbres, como se decía, a la actividad laboral y las plantillas empiezan a dar cabida a algunas plazas con perfiles editoriales (editor/a, técnico/a de marketing, corrector/a...). Y, como ya se ha dicho, es en 1987 cuando se crea la Asociación de Editoriales Universitarias Españolas (AEUE) y donde, desde el principio, nos integramos las universidades valencianas. Este marco asociativo profesional nos abre los ojos para conocer el sector y aprender las dinámicas necesarias para proyectar la tarea editorial universitaria. En 1991 nacería la tercera universidad pública valenciana, la Jaume I, con unos rasgos de modernidad que generaban envidia y admiración, también porque partían de cero en la organización de su actividad editorial, integrada en el Servei de Comunicació i Publicacions. De inmediato, se sumó a la aventura.

Es en octubre de 1994 cuando el rector Pedro Ruiz encarga la dirección del Servei de Publicacions de la Universitat de Valencia al profesor Manuel Ardit, historiador de gran prestigio y trayectoria. Aunque breve, esta fue una época con algunos hitos significativos. Ardit, con un trato afable y de naturaleza más bien reservada, era poco amigo de los «fuegos artificiales», pero supo confiar en el equipo cuando le planteábamos la necesidad de sacar los libros a la calle, literalmente, y de asistir a la Feria del Libro de Valencia con caseta propia.[12] Este hecho parece no tener una gran trascendencia más de veinticinco años después, ahora que tenemos normalizada la presencia en tantas ferias, pero fue decisivo por varias razones. Por una parte, vencimos las reticencias de la anterior dirección, en manos de Vicent Salvador, que tanto había trabajado desde dentro por el diseño efectivo del proyecto editorial pero a quien generaba mucha incertidumbre la posibilidad de no interesar al público ajeno al entorno universitario. Por otra parte, la inmersión en la Feria y el moderado éxito de ventas nos reforzó la confianza en la viabilidad de nuestro proyecto editorial. Finalmente, el contacto directo con los gremios profesionales de libreros y editores nos impulsó a buscar otras complicidades profesionales. Y Manuel Ardit, nada temerario en sus decisiones, nos dejó abierta la puerta, tal y como le demandábamos, para explorar nuevas posibilidades con el sector editorial valenciano.

El intento de reconstrucción de las relaciones de PUV con la AEPV me trae a la memoria la imagen de una persecución. La fecha, marzo de 1995. El escenario, la sede de AIDO, Instituto Tecnológico de Óptica (Paterna, Valencia). La ocasión, la celebración de las jornadas “Artes Gráficas en la Comunidad Valenciana: crecimiento y crisis”. La perseguida, Rosa Serrano, editora y presidenta de la AEPV; la perseguidora, yo misma, editora de PUV. Precisamente por la práctica asociativa universitaria que teníamos con la AEUE, estábamos en situación de valorar el significado y la importancia de agremiarnos también con las editoriales privadas de nuestro entorno y yo no perdía la ocasión de intentarlo, de momento amistosamente. La asociación de entidades editoriales públicas con el sector editorial privado no solo no estaba bien vista sino que, además, no estaba contemplada en los estatutos ni en las demás normativas gremiales. En general, la actividad editorial pública era percibida como competencia desleal porque se consideraba, en la mayoría de los casos, que no respondía a ningún proyecto y sí a engrandecer la imagen de los políticos o gestores de turno publicando cualquier cosa; que la edición, con dinero público, siempre era una malversación; que una publicación institucional, cuando conseguía una mínima repercusión mediática o resultaba ser un modestísimo éxito de ventas, se había comido el terreno de otra que podía haber editado una editorial privada... Por lo tanto, nuestro objetivo era desmarcarnos radicalmente de unas prácticas nefastas que, si bien se daban en algunas instituciones, no era el caso de las editoriales universitarias. Éramos públicas, teníamos proyecto y ibamos construyendo catálogo.

Miembros de editoriales valencianas (1999). De izquierda a derecha, Àfrica Ramírez (Tàndem Edicions), Maribel Marco (Edicions del Bullent), Concha Roncal (Nau Llibres), Carme Pinyana (Publicacions de la Universitat Jaume I), Francesc Ferrer Escrivà (Denes), Núria Sendra (Edicions del Bullent), Verònica Cantó (Marfil), Maite Simón (Publicacions de la Universitat de València) y Rosa Serrano (Tàndem Edicions).

He de decir que no cautivé a Rosa Serrano a la primera de cambio. Fue receptiva con mi amical persistencia –porque yo hacía todo lo posible por coincidir con ella en cualquier foro profesional– pero me pidió paciencia, para pensarlo y para tratarlo con la Junta Directiva. Recuerdo que, además de paciencia, le «vendí» nuestro catálogo, que analizó con una indisimulada sorpresa cuando ojeó su contenido. Unos meses después me invitó a hacer la solicitud formal por los canales establecidos. La entrada de Publicacions de la Universitat de València en la Associació d’Editors del País Valencià fue un hito con una significación muy especial, tanto por la valentía de la asociación al aceptar en su gremio una entidad pública –que le valió más de una crítica del sector estatal sostenida en el tiempo–, como por el atrevimiento de la editorial de la Universitat, que se vio reconocida –casi– como una igual. La tipología editorial era variada y la mayoría de las empresas asociadas eran pequeñas, a veces proyectos personales, algunas con tradición y muchas otras emergentes. O especializadas, como Piles, de música. Pero también estaba el caso de Bromera, un verdadero proyecto empresarial sin precedentes que pronto conseguiría situarse en la primera línea de la edición valenciana, gracias sobre todo al libro de texto y a la línea literaria.

Los objetivos de una asociación empresarial son, obviamente, la representación colectiva, la defensa de los intereses gremiales y el asesoramiento y formación de sus integrantes. Pero la AEPV, especialmente en los inicios, era mucho más que eso. Había que conjugar las necesidades y las demandas de un sector peculiar, situado entre la industria y la cultura, sin experiencia gremial y sin una estructura profesionalizada. Además de velar «por la negociación colectiva laboral, el planteamiento de conflictos colectivos de trabajo, el diálogo social y la participación institucional en los organismos de las administraciones públicas», las finalidades de la AEPV «son la defensa, promoción y difusión de la edición de libros y publicaciones editadas por sus asociados, con especial cuidado y dedicación a las publicaciones en lengua catalana, y la representación, gestión y defensa de los intereses comunes de sus asociados en orden a la consecución de los objetivos señalados, tanto en su ámbito natural como también a nivel estatal e internacional».

Las responsabilidades de la gestión y la interlocución con la Administración correspondían, inevitablemente, a las diferentes juntas directivas, que procuraban integrar todas las sensibilidades (sellos grandes, pequeños, de texto, especializados, literarios independientes, universitarios...) y tener en cuenta la diversidad geográfica. Así, durante la presidencia de Francesc Ferrer (mayo de 1997 - julio de 1999), entré a formar parte de la Junta Directiva y ocupé la secretaría, compartiendo equipo y responsabilidades con Salvador Rosell (Germania), Rafael Domínguez (Ecir), Josep Llorens (Tabarca), Núria Sendra (Bullent) y Francisco Ortiz (Marjal). Ocupar un cargo de una cierta visibilidad contribuyó, sin duda, a posicionar estratégicamente la edición universitaria entre los colegas valencianos y a conseguir que siguieran asumiéndola con generosidad y normalidad. Y, desde dentro, trabajábamos también por la integración de las otras editoriales universitarias valencianas (UJI, UA, UPV), que fueron entrando progresivamente en la AEPV en este periodo.[13] En las siguientes juntas directivas, Publicacions de la Universitat de València continuó representada desde las vocalías que ocupé. Por una parte, con Verònica Cantó (Marfil) como presidenta en dos periodos (julio de 1999 - julio de 2002)[14] y posteriormente con Rafael Domínguez[15] (Ecir) en otros dos.

Aunque muchos de los temas que ocupaban la mayoría de debates internos y reivindicaciones externas no nos eran tan próximos como editoriales universitarias, no podíamos quedarnos al margen, por ejemplo, de las campañas contra la reprografía ilegal o a favor de la ley del precio fijo para los libros, o dejar de implicarnos en las reuniones con los agentes educativos y políticos sobre los modelos lingüísticos de los libros de texto, por ejemplo. Tampoco nos afectaban directamente las políticas económicas de ayudas a la producción editorial o a la actividad empresarial individualizada, porque éramos entes públicos. Sin embargo, aprendíamos otras maneras de hacer y, sobre todo, no perdíamos ocasión de hacer mucha pedagogía de nuestras singularidades editoriales; con implicación institucional, contribuíamos a ir diluyendo algunos prejuicios sobre la legítima coexistencia de las publicaciones universitarias. Tomabamos parte, eso sí, en todas aquellas actividades colectivas que se organizaban, tanto acciones formativas como salones del libro, encuentros, congresos y ferias. Porque fue precisamente a partir de la incorporación de Manel JM Romero como secretario técnico, cuando la actividad de la AEPV tomó un impulso notable. Se multiplican las actividades, la participación en numerosas iniciativas sectoriales y se intensifican las estrategias para la consecución de recursos económicos que permitan financiar la asociación. Las cuotas de las editoriales asociadas eran claramente insuficientes. Como gremio profesional integrado en la Federación de Gremios de Editores de España, se nos encarga –y lo aceptamos– la organización del IV Congreso de Editores de España (Valencia, 27-29 de junio de 2002), un evento profesional bienal de los más importantes del momento para el sector. Además de los meses de preparación previa, esas jornadas fueron tres días intensísimos de trabajo, aprendizaje y socialización. Y de gestos con una gran carga simbólica, institucional y personal. LaAEPV me escoge, de entre los miembros de la Junta Directiva, como la editora que debía formar parte de la comisión de cuatro personas[16] para hacer de relatora y elaborar las conclusiones que teníamos que presentar al final del congreso, justo en un entorno que mayoritariamente continuaba cuestionando la legitimidad de la actividad editorial pública. Lo hizo con el convencimiento de que era una ocasión más para visibilizar la presencia de la edición universitaria en general y de la Universitat de València en particular.

Después de más de siete años con responsabilidades en las diferentes juntas directivas de la AEPV, y gracias a un acuerdo no escrito de mantener la representación universitaria en los órganos de gestión y de representación de la asociación, di paso a Carme Pinyana, editora de la UJI, que formó parte de ella durante diez años. La relevó Josep Forcadell, director de Publicaciones de la Universidad de Alicante, durante tres años. Y en las últimas elecciones, celebradas en marzo de 2019, no pude negarme a aceptar la propuesta de la que ejercía ya como presidenta en funciones, la estimada África Ramírez, para formar parte, de nuevo, de la Junta Directiva.

LIBER Àfrica Ramírez, editora de Balandra y presidenta de la AEPV, y Vicent Moreno Montañés, subdirector general del Libro, Archivos y Bibliotecas de la GVA, visitan el stand de la UNE. En el centro, Maite Simón (PUV) y Carme Pinyana (UJI).

La actividad de la AEPV en sus treinta años de vida es ingente e imposible de resumir con justicia en unas pocas líneas. Formación, ferias locales, nacionales internacionales, jornadas y encuentros profesionales, catálogos, estudios, asesoramiento, misiones, internacionalización, salones y plazas del libro y, sobre todo, un meritorio esfuerzo vertebrador del sector. Hoy es un proyecto consolidado que integra 68 editoriales valencianas, que tenemos una interlocución combativa, justa y necesaria, ante los poderes públicos para exigir políticas culturales adecuadas a las nuevas realidades del libro, un sector con grandes dificultades y muchas incertidumbres pero con abundantes posibilidades que la sociedad tiene el derecho de disfrutar. La entidad, que hace tiempo que arrastraba como asignatura pendiente el cambio de una denominación inclusiva, arranca el 2021 con el estreno de un nuevo nombre –modificado sólo con el añadido de tres letras– y con una nueva imagen gráfica diseñada por Dídac Ballester. Ahora somos ya Associació d’Editorials del País Valencià, sin ningún cambio de siglas (AEPV). Una modificación sencilla y a la vez muy simbólica.

OTRAS ENTIDADES

Redes para las revistas culturales

De naturaleza diferente son las otras entidades que, al hablar de asociacionismo, hay que consignar, aunque sea brevemente. En realidad, no es exactamente una afiliación editorial la pertenencia a ARCE (Asociación de Revistas Culturales de España), a la APPEC (Associació de Publicacions Periòdiques en Català) o a Eurozine, casualmente las tres creadas en 1983.

Pasajes de Pensamiento Contemporáneo, revista nacida en 1999, está dirigida por Pedro Ruiz y cuenta con unos sesenta números publicados. Está asociada a ARCE, una entidad que funciona como plataforma de promoción de las revistas de pensamiento y cultura que se editan en España, y que son a la vez proyectos culturales pero también empresariales. Últimamente está potenciando la internacionalización y la penetración en las redes de bibliotecas.

L’Espill, fundada por Joan Fuster en 1979, es una revista de ensayo en catalán dedicada fundamentalmente a las ciencias humanas y sociales. Dejó de publicarse en 1991 y en 1999 fue recuperada en su 2ª época por la Universitat de València, diseñada por Enric Solbes, dirigida inicialmente por Antoni Furió y, últimamente, codirigida por Gustau Muñoz y con una nueva maqueta de Antoni Doménech. Pertenece a la APPEC, que agrupa revistas del ámbito cultural y lingüístico catalán, y que tiene entre sus objetivos el de ofrecer servicios comunes a los asociados: formación de personal, servicios de publicidad conjunta o gabinete de prensa. Durante los últimos cinco años, la APPEC ha triplicado el número de asociados y cuenta ahora con más de ciento cincuenta revistas. L’Espill se integra también en Eurozine, red europea de revistas culturales con sede en Viena. Concebida como una plataforma cultural independiente, agrupa más de noventa revistas y trabaja por la intercomunicación, el intercambio y un espacio común de debate abierto transnacional.

Por otra parte, CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) es una entidad sin ánimo de lucro que agrupa a autores y editoriales y se encarga de la defensa y la gestión colectiva de sus derechos. Como editorial, Publicacions de la Universitat de València está asociada a CEDRO desde los inicios y tiene representación colectiva mediante las asociaciones del sector. Además, recomienda a sus autores y autoras la filiación a título individual, como creadores y legítimos generadores de propiedad intelectual. Como entidad consolidada y de referencia en el sector, ha mejorado considerablemente la comunicación y, lejos de los inicios, en los que sólo era conocida por la acción fiscalizadora y punitiva sobre quien transgredía la ley fotocopiando libros de manera ilegal –de absoluta impopularidad–, parece que transmite de una manera más didáctica su mensaje. Además, ofrece formación y asistencia a las editoriales asociadas en cuanto a la gestión y protección de los derechos de creación en cualquier soporte y con cualquier sistema.

En cualquier sector profesional la fuerza asociativa es fundamental para el aprendizaje, el crecimiento y la optimización de sinergias. Asociarse es también compartir generosamente conocimientos adquiridos o en ebullición, ideas, proyectos... y ponerlos al servicio de la colectividad. Y, además de algún responsable técnico, son muchas las personas que se dedican, de manera totalmente altruista, a la gestión de las asociaciones, sumando horas de reuniones, de redacción de informes, de preparación de documentación, de desplazamientos... Sin este inmenso colectivo no podríamos construir los proyectos de la misma manera ni llevarlos, seguramente, a buen fin. En un sector tan peculiar como el editorial nos necesitamos los unos a los otros para comunicar el valor de lo que hacemos y el valor del cómo lo hacemos; para llegar juntos donde no podríamos hacerlo de manera individualizada; para hacernos oír, con la seguridad de que tenemos mucho que decir. Publicacions de la Universitat de València ha demostrado con su trayectoria que todas las alianzas no sólo son posibles sino imprescindibles.


NOTAS PREVIAS

[*] Las indicaciones de las notas 1, 7 y 12 o cualquier otra remisión a partes o a páginas determinadas, van referidas a esta misma obra.

[**] Para la redacción de este capítulo no ha sido posible el acceso personal a los archivos de las asociaciones que, como la UNE y la AEPV, así lo hubieran requerido. En un caso, por la imposibilidad de viajar a Madrid en esta maldita época de pandemia, y en el otro, por la inexistencia de la documentación de los primeros diez años, aproximadamente, gracias al exceso de celo de alguien que, al causar baja de la AEPV, prefirió llevársela como recuerdo. Solo he tenido acceso a la información pública que ofrecen las webs de las asociaciones, al poco material conservado en PUV y, obviamente, a mi archivo personal. La inestimable colaboración de Alicia Buil (UNE) y Manel JM Romero (AEPV), y la construcción del relato a partir de una vivencia en primera persona han hecho el resto. Disculparan –o quizá agradezcan– que esta crónica no esté llena de referencias.

Con todo, no pretendo hacer aquí una historia de la AEUE, actual UNE, ni tampoco de las otras asociaciones de las que PUV es miembro. Sin embargo, estas referencias y el repaso de sus trayectorias, desde la experiencia, son aducidas precisamente para poner en valor la importancia histórica de unas decisiones –las de asociarnos y trabajar juntos– que, sin lugar a dudas, han determinado la trayectoria de PUV como editorial y han contribuido a su visibilidad y posicionamiento.

NOTAS GENERALES

[1] Recordemos que las primeras publicaciones con pie de imprenta de la Universitat de València llevan la fecha de 1920, tal y como se explica en la primera parte de este mismo volumen, razón por la cual durante el curso 2020-2021 celebramos el centenario de Publicacions de la Universitat de València (PUV), nombre que recibe en la actualidad la editorial de la Universitat.

[2] Autònoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Alcalá, Barcelona, Cádiz, Córdoba, Deusto, Extremadura, Granada, La Laguna, León, Málaga, Navarra, Illes Balears, Salamanca, Cantabria, València, Valladolid, Zaragoza, País Vasco, UNED, Politècnica de València, Pontificia Comillas, Santiago de Compostela y CSIC.

[3] Estaban al frente María Teresa Ramírez de Arellano (UCM), Eloy Rada García (UNED) y Pedro Ribas Ribas (UAM).

[4] En aquella primera Junta Directiva (1987-1989) y también en la segunda (1989-1990), Vicent Salvador (UV) ocupó un discreto puesto de suplencia que nunca llegó a modificarse.

[5] A partir de entonces, han sido sedes Oviedo, Madrid, Sevilla, La Laguna, Barcelona, Cantabria, Cáceres, Huelva, Las Palmas de Gran Canaria, Santiago de Compostela, Deusto, Castelló de la Plana, Salamanca, Granada, Sevilla, Jaca, Palma de Mallorca, Córdoba, Vigo, Almería, Málaga, Burgos, Murcia y Lleida.

[6] Como es sabido, la fatídica pandemia del COVID-19, que tantos miles de vidas se ha cobrado, ha impedido la plena normalidad social y ha motivado la suspensión de la asamblea presencial y de todas las actividades asociadas –como la concesión de los Premios Nacionales de Edición Universitaria. En el momento de redactar estas líneas, mantenemos la esperanza de poderla celebrar con normalidad en noviembre de 2021, como clausura del centenario de PUV. [El encuentro pudo celebrarse presencialmente con éxito en Valencia los días 18, 19 y 20 de noviembre de 2021.]

[7] Véanse las pp. 174-178.

[8] Desgraciadamente, las universidades españolas no suelen programar formación para colectivos tan reducidos como los de sus editoriales, aunque hay contenidos transversales, al menos para personal de bibliotecas y editoriales, que lo permitirían fácilmente. Algunas, incluso, ni la consideran como formación reglada a efectos de reconocimiento curricular. Se trata de un tema al que habría que buscar solución.

[9] Para ser justos, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, bajo la dirección de Ubaldo Gómez, había inaugurado en 1990 una magnífica librería universitaria a tal fin, aunque no terminó de servir a estos objetivos, seguramente por la probable inexperiencia en la gestión y la ausencia de una concepción profesional.

[10] ¿Qué pasaba cuando un cliente quería cuatro libros de tres universidades diferentes, por ejemplo? Pues que las librerías no tenían los fondos universitarios y, en el mejor de los casos, los tenían que pedir a los respectivos distribuidores, que no siempre los conseguían con la necesaria agilidad. Hasta que llegaban a manos del cliente podían pasar semanas o meses para obtener solo alguno. Si el cliente se dirigía directamente a las editoriales, también en el mejor de los casos, recibiría tres paquetes diferentes, con la multiplicación de gastos de envío.

[11] África Ramírez: «El sueño de Rosa Serrano, Tàndem Edicions», Saó, 2 de abril de 2020, en línea: <https:// revistasao.cat/el-somni-de-rosa-serrano-tandem-edicions>.

[12] Sin duda, la entrada de José Agustín Martínez como técnico de marketing en enero de 1995 supuso la creación de un tándem estratégico para avanzar unos pasos más y poner en marcha nuevas iniciativas. La proyección de PUV en las ferias, sin embargo, es tratada más extensamente en este mismo volumen (pp. 280-300) por Amparo Jesús-Maria.

[13] Desde la Universitat de València abrimos camino a las otras universidades valencianas y me consta que esta alianza, no ya de una sino de cuatro editoriales universitarias, removió también a colegas universitarios de otros territorios, que se apresuraron, sin éxito, a intentarlo en sus respectivos gremios. En la actualidad, algunas cosas han cambiado y, al menos en algunos, ya es posible.

[14] La primera Junta Directiva, presidida por Verònica Cantó (julio de 1999-febrero de 2002), contó con Francesc Ferrer (Denes) y Manel JM Romero –que entonces trabajaba en Bromera– como vicepresidentes, con Rosa Serrano (Tàndem Edicions) como secretaria, con Rafael Domínguez como tesorero y con cuatro miembros más –Núria Sendra (Bullent), Manuel Ramírez (Pre-Textos), Concha Roncal (Nau Llibres) y Maite Simón (PUV) como vocales. En la segunda (de febrero a julio de 2002) no renuevan Francesc Ferrer ni Núria Sendra y se incorporan Salvador Vives (Tirant lo Blanch), Jaume Piles (Piles) y Manolo Soler (Albatros).

[15] Rafael Domínguez sustituyó a Verònica Cantó, que no finalizó la legislatura por motivos personales. En las siguientes elecciones, ya en diciembre de 2002, continuó mayoritariamente la junta anterior aunque con la ampliación del número de vocalías: Verònica Cantó volvió a integrarse como vocal y entran, por primera vez, Josep Fèlix Escudero (Algar) y Alejandro Camarasa (Brosquil).

[16] Los otros tres eran colegas bien conocidos: Mauricio Santos, editor de Santillana y presidente de ANELE (Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza); Alejandro Sierra, de Trotta Editorial, y Segimon Borràs, secretario técnico del Gremi d'Editors de Catalunya.

Maite Simón

Maite Simón

Maite Simón es Jefa de edición de Publicacions de la Universitat de València (PUV).

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