Detrás de o cómo se hizo… «La Ciudad Universitaria de Madrid y la Casa de Velázquez: escenas y huellas de una guerra»

04/10/2022Rafael R. Tranche

Esta es la historia de un libro construido a partir del encuentro fortuito de un carrete de fotografías, convertido finalmente en un "collage" donde dialogan la fotografía, el documento histórico y la ficción.
 Detrás de o cómo se hizo… «La Ciudad Universitaria de Madrid y la Casa de Velázquez: escenas y huellas de una guerra»
Agrónomos en primer término con Casa Velázquez al fondo (13 marzo 1937)

Hace ya unos cuantos años Guillermo Armengol, fotógrafo y profesor en la Universidad Complutense, encontró un viejo maletín de piel en un mercadillo del madrileño pueblo de Navacerrada. Al llegar a casa lo abrió y descubrió en su interior decenas de rollos de negativos en un compartimento oculto. La sorpresa fue mayúscula, pues él había comprado el continente sin sospechar que dentro se escondía semejante contenido. Al observar detenidamente los materiales y comprobar su calidad técnica y formal, Armengol dedujo que su autor debió ser fotógrafo profesional. Uno de los rollos contenía una serie de imágenes únicas: un reportaje sobre la Ciudad Universitaria de Madrid, probablemente realizado en abril 1939, que recogía de modo exhaustivo el estado en qué quedó el recinto tras ser el escenario de violentos combates durante la Guerra Civil española.

A partir de este hallazgo se desarrolló una doble labor detectivesca. Por un lado, averiguar la identidad del autor sin ningún dato identificativo en la maleta ni en los rollos que contenía. El resultado, por el momento, ha sido infructuoso. Por otro, estudiar minuciosamente las 34 fotografías que había en el carrete. A este respecto, es revelador que no haya un solo fallo técnico ni repeticiones, de manera que el autor parece haber calculado metódicamente cada imagen. Es más, las dosificó para que todo lo relevante estuviera contenido en ese único carrete de la marca Agfa Isopan, un material al alcance de muy pocos en esa época. Es verdad que el frente de la Ciudad Universitaria se fotografió con profusión durante la guerra y en la inmediata posguerra. Incluso existieron una suerte de “excursiones turísticas” para comprobar los estragos causados. Sin embargo, estas imágenes tienen una particularidad: están concebidas como un reportaje en el que hay implícito una idea de itinerario preciso. A partir de esta pista intentamos no solo identificar las edificaciones y los espacios, sino también reconstruir ese trayecto, pues en muchos casos las imágenes mostraban ruinas irreconocibles. El grupo GEFREMA (dedicado a estudiar las vicisitudes del Frente de Madrid), con Antonio Morcillo a la cabeza, fue capaz de identificar todas ellas y trazar con exactitud sobre un plano de la Universitaria el recorrido que el misterioso fotógrafo realizó aquella fría mañana de abril. Cuando ahora contemplamos la serie junto al mapa que abarca el recorrido, podemos hacernos una idea de la magnitud de la destrucción. Ante nuestra mirada se abre un paisaje apocalíptico que choca con el espíritu científico y modernizador que impulsó su construcción.

Algunos de los negativos encontrados en el maletín.

Elementos del relato

Dar a conocer este material, convencidos de su valor documental y de su pericia fotográfica, fue el propósito inicial del proyecto. Sin embargo, una segunda circunstancia azarosa propició que estas imágenes tuvieran una acogida inicial: el congreso internacional Paisajes de guerra. Huellas, reconstrucción, patrimonio (1939-años 2000), celebrado en la Casa de Velázquez del 6 al 8 de mayo de 2015. Aquí fueron presentadas en un primer formato expositivo. Recuerdo la expresión absorta del entonces embajador francés en España al contemplarlas. Y precisamente su contemplación detenida permitió asociarlas a su contexto previo. Es decir, al paisaje fértil donde investigación y docencia universitaria se daban la mano en el Madrid de los años 30, tal y como rememora la novela de Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos (2009). En esos años la Ciudad Universitaria, siguiendo el modelo de los modernos campus anglosajones, parecía incorporar a nuestro país al tren del progreso. Dicho de otro modo, lo que estas imágenes atestiguan no es solo el fragor de la batalla, sino el fracaso colectivo de un proyecto modernizador truncado. De ahí que resulte una paradoja dramática añadida que, justamente ahí, se incrustara la guerra con toda su crudeza y poder de destrucción. Nada más lejos de esa fascinación romántica por el poder evocador de las ruinas.

Portada de «El frente de Madrid», de Edgar Neville.

La segunda fase del proyecto fue poner en relación estos dos relatos: el de la destrucción que retrataban las fotografías y el de las vicisitudes de la Ciudad Universitaria antes, durante la guerra y en la inmediata posguerra (pues el afán reconstructor fue prácticamente inmediato). La hipótesis era que la fuerza dramática del paisaje después de la batalla debía tener un correlato literario, de manera que los textos que podían acompañar a las imágenes funcionaran como analepsis y rememoración a partir del estado final del recinto universitario. La historia de la guerra en la Ciudad Universitaria ya había sido abordada por diversos autores y hubiera dado al proyecto un enfoque académico equivocado, pues las imágenes podían convertirse en mera ilustración de lo que el relato histórico ya había determinado con autoridad. Como se suele decir en el argot cinematográfico, había que dar un último giro de guion y este vino propiciado por un registro que debía ser complementario y enriquecedor de las imágenes: recurrir a aquellos textos que desde una perspectiva testimonial y vivencial podían acercarnos a los acontecimientos. En este punto se abrió un nuevo campo de investigación: rastrear en archivos y bibliotecas todo tipo de escritos que hubieran relatado o glosado la guerra en la Universitaria. Si en un primer momento la tarea parecía abordable, poco a poco, la ingente cantidad de referencias encontradas hizo que fuera preciso aplicar también un doble criterio clasificatorio y selectivo. Por un lado, las crónicas periodísticas que escribieron, con un claro propósito partidista, autores como Jesús Izcaray, Clemente Cimorra, Mauro Bajatierra, Bobby Deglané, Víctor Ruiz Albéniz o Alberto Martín Fernández. A su vez, los corresponsales extranjeros: Mijail Koltsov, Louis Delaprée, Antoine Saint-Exupéry, Geoffrey Cox. En estos artículos encontramos descripciones detalladas de algunos hechos, pero sobre todo podemos detectar el clima emocional en uno y otro bando según avanza el curso de la guerra. Una segunda capa narrativa la compondrían los relatos novelados de la contienda, tanto los que se centran en Madrid en su conjunto como los que se circunscriben o toman como protagonista el frente en el recinto universitario. Hay tres novelas destacadas que debemos consignar aquí: La llama, tercera parte de la celebérrima La forja de un rebelde (1941), de Arturo Barea;  Miserias de la guerra (1951), de Pío Baroja; y la, casi desconocida, Legión 1936 (1945), de Pedro García Suárez. Esta última vívido retrato de los combates en la Universitaria. Y sobre todas ellas destaca, por su precisión documental y su pulso narrativo, la crónica de los acontecimientos de los primeros días del asalto a la capital escrita por Manuel Chaves Nogales: La defensa de Madrid (1938). Una tercera capa estaría integrada por los libros de memorias, las declaraciones y entrevistas donde se rememoran situaciones e impresiones de la vida en las trincheras tras convertirse el lugar en un frente estable. Aquí el testimonio directo pone calor humano a los ideales y consignas, a la muerte absurda del semejante convertido en enemigo circunstancial. A todas estas capas habría que sumar otras que podían dar un valor polifónico a este caudal de relatos: poesía, panfletos, alocuciones, partes de guerra, canciones… También los elementos gráficos (carteles, ilustraciones, portadas de libros, reproducción de artículos de prensa…) que finalmente integrarían la edición.

La estructura

Con todo ese ingente material abordamos la última fase del trabajo: trazar un collage de textos, una costelación de citas que representara, con una estructura reticular, la intrahistoria de la Ciudad Universitaria. Para ello se extrajo un pasaje de cada fuente seleccionada a partir de dos pautas: que tuviera un significado autónomo y que permitiera su combinación o confrontación efectiva con los restantes. Pasajes escritos tanto durante los acontecimientos narrados (la mayoría) como a posteriori y desde posiciones ideológicas muy diversas. No se trataba tanto de detallar los hechos como de combinar diferentes perspectivas que permitieran sumergirnos en las sensaciones y emociones de los contendientes. De hecho, no se sigue una cronología estricta en su disposición. Ello implicaba, inevitablemente, omisiones, reiteraciones y versiones contrapuestas sobre un mismo suceso. El objetivo final era que el resultado no fuera una mera acumulación de escritos fragmentarios, sino que a partir de ellos se articulara una estructura dramática en torno a acontecimientos de toda índole. De ahí que el collage resultante pueda interpretarse como una excavación que recompone los distintos estratos existenciales de la construcción/destrucción/reconstrucción del recinto. Por tanto, no es la dimensión histórica la que rastrea esta parte del libro, sino esa conmoción y cambio de estado que supuso la irrupción de la guerra, concentrada en su campus universitario, en una ciudad.

Esta estructura bebe en parte del experimento literario que realizó Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarquía (1972), donde abordaba la vida y muerte del líder anarquista Buenaventura Durruti a partir de un conjunto de fragmentos de múltiples autores. Tanto en este ensayo, que el pensador alemán definía como «novela», como en nuestra selección prevalece la intención de ofrecer al lector diferentes perspectivas para que interprete lo sucedido por sí mismo. No obstante, «La reconstrucción se asemeja a un rompecabezas, cuyas piezas no encajan sin costura. Es ahí precisamente, en las grietas del cuadro, donde hay que detenerse. Quizá resida ahí la verdad de la que hablan, sin saberlo, los relatores»[1].

Libro heterodoxo

«La Ciudad Universitaria de Madrid y la Casa de Velázquez: escenas y huellas de una guerra»

Sin duda, el resultado final es un libro poco común y heterodoxo, sin adscripción genérica posible, pues bebe del ensayo sobre la imagen, la edición crítica de textos y los procedimientos historiográficos a partir de acontecimientos de gran carga simbólica (no olvidemos que, por ejemplo, el final de la guerra tiene su mejor plasmación visual en la capitulación de las fuerzas republicanas en la Ciudad Universitaria el 28 de marzo de 1939). Un juego de intertextualidades entre la fotografía, el documento y la ficción. Al tiempo, es un homenaje a la Ciudad Universitaria y a su propuesta fundacional, donde el conocimiento quedó representado como un espacio de convivencia y armonía urbanística en el que debía de haberse desarrollado el Madrid del siglo XX. También a la Casa de Velázquez, espacio consagrado a los estudios hispánicos y a las relaciones culturales franco-españolas, cuya ubicación previa marcó esta senda del saber.

En esta aventura intelectual ha sido fundamental el apoyo encontrado en Ediciones Complutense, la Casa de Velázquez (en la figura de su director Michel Bertrand y la actual directora Nancy Berthier) y los numerosos herederos con los que he podido compartir la admiración por tan singulares autores referidos aquí.

Finalmente, también un cúmulo de azares ha propiciado que aquel niño nacido en el barrio de Argüelles, que en los años sesenta jugaba en el Parque del Oeste sobre la misma tierra horadada por los combates, sea el que ahora ha tejido este tributo a ambos lugares.

NOTAS

[1] Hans Magnus Enzensberger, El corto verano de la anarquía (Barcelona: Anagrama, 2002), 15.

Rafael R. Tranche

Rafael R. Tranche

Catedrático de Comunicación Audiovisual. Universidad Complutense de Madrid.

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